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sábado, marzo 12, 2005

Máximas de La Rochefocauld

Es escandaloso que si bien cientos se profesan Nietzscheanos; François, duque de La Rochefoucauld (París, 1613- id., 1680) no goce de similar popularidad. Sus máximas siguen siendo tan tajantes y actuales como lo fueron en 1664, año de la publicación de Reflexiones o sentencias y máximas morales. Prueba de esto es la constante aparición de estas en películas y series televisivas.

Una instancia es la película "Belleza americana", en que el deleznable "Buddy King" (el rey de los bienes raíces) seduce a su competidora con la frase "In order to be successfull one must transmit the image of success". Esta es una frase verbatim de la siguiente máxima: "Para tener éxito debemos hacer todo lo posible por parecer exitosos."

A continuación una selección de algunas de sus máximas más famosas:

“Los viejos gustan de dar buenos consejos para consolarse de no estar
ya en condiciones de dar malos ejemplos.”

“El medio más fácil para ser engañado es creerse más listo que los demás”

"La confianza sirve en las conversaciones más que el ingenio."

"Ni el sol, ni la muerte pueden mirarse fijamente."

"La gratitud de muchos no es más que la secreta esperanza de recibir beneficios nuevos y mayores."

"Amamos siempre a los que nos admiran, pero no siempre a los que admiramos."

"El daño que hacemos no nos trae tantas persecuciones y odios como nuestras buenas cualidades."

Es más fácil ser sabios con otros que con nosotros mismos."

"Confesamos nuestros pequeños defectos para persuadirnos de que no tenemos otros mayores."

De la Rochefoucauld reaviva con un poco de ingenuidad moderna nuestro cinismo postmoderno de la misma forma que la sección de sociales de un periódico apela a los sentimientos protoaristocráticos del burgués promedio.

El escuchar una de estas máximas nos permite divisar un destello de claridad axiomática. El sentido de la frase es inmediatamente claro para quien la lee, exceptuando por supuesto, a los germinalmente imbéciles. Y aún estos la entienden tras una breve explicación. La deliciosa perversidad de estas máximas radica en que, aunque apelan a una conciencia ilustrada, moderna, aún guardan algo de esa certeza dogmática del púlpito