V i r u s ROJO

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jueves, marzo 13, 2003

MÁS ALLA DEL BIÉN, EL MAL Y EL MÁS O MENOS.

¿Qué la ha pasado a la ética? ¿Por qué nos interesamos tanto en los caracteres estéticos de nuestra cultura dejando de lado los éticos?

Está de sobra decir que la política sufre hoy en día de un desprestigio generalizado. En la conciencia del homo-videns la política se reduce a las disputas partidistas que se generan en el seno de las democracias liberales.

Y con buena razón tiene mala fama la política. Estas “disputas” políticas solo se dan a nivel formal y sin introducir elementos que rompan con el metarelato neoliberal. Reforzando el carácter imediatista de “la crítica” en estos tiempos post-modernos, tomemos el ejemplo de la guerra que seguramente habrá de estallar en Irak:

La estructura del discurso democrático gringo mantiene la farsa de un supuesto disentir entre los actores de la vida política de ese país. Todo el “debate” en torno a la guerra se da entre quienes prefieren, por un lado, esperar a invadir con apoyo y legitimación internacional. Este grupo se encuentra encabezado por el secretario de estado Colin Powell. El grupo “antagónico”, encabezado por el vicepresidente Dick Chaney, insiste en que Estados Unidos no necesita ayuda para deponer el actual régimen en Irak.

Jamás se discute por qué los Estados Unidos tienen derecho a poseer armas de destrucción masiva. O si un país que ha usado este tipo de armas sin ninguna necesidad (Hiroshima y Nagasaki) es el más indicado para decidir quién puede poseerlas. Lo más triste es que las numerosas críticas serias son ahogadas por el ruido blanco de los “debates” presentados por los medios masivos y el rosario de opiniones y apelaciones al sentido común que pasan por agencias de noticias. En este ambiente la censura se vuelve innecesaria. Las garantías individuales de libre expresión se mantienen por puro valor nostálgico y para aderezar las demandas frívolas que aparecen en los “Judge Shows”.

Ante la falta de un contrapeso ideológico, Estados Unidos ha dejado atrás cualquier exigencia de coherencia lógica en su discurso. Éste se encuentra dirigido por el caudal de la Hybris que desemboca en el nihilismo histérico (con perdón de los histéricos) de quienes vemos morbosamente, como imparciales observadores a la historia desenvolverse.

Escudados por el sentido común y la comodidad que ofrece el no tomar posición nos encontramos más allá del bien, el mal y el más o menos.