V i r u s ROJO

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viernes, marzo 25, 2005

El desliz de la ontología ética

"And indeed no longer was anyone to be seen who stood behind
everything. Everything turned continually about itself. Interests
changed from hour to hour. Nowhere was there a goal anymore… The
leaders lost their heads. They where drained to the dregs and
calcified… everyone in the land began to notice things didn’t work
anymore… Postponing the collapse left one path open."

-Franz Jung


El hecho des-ontoligizante del deber ser en Kant marca un parte aguas
en el pensamiento de la ética moderna. El deber ser es un evento que
las voces cínicas se han encargado de mantener al margen de una
praxis social tangible al confundir la esencia no-ontológica de éste
con una praxis funcional para los problemas que se presentan en las
sociedades.

El edificio del Ser se cuartea con la inclusión del debería como
categoría ética a falta de un Es satisfactorio adecuado a los códigos
éticos de una sociedad dada. La ausencia de concordancia entre los
códigos éticos y los fenómenos éticos crea para la conciencia moderna
un sentimiento de sospecha hacia la praxis.

Podríamos aventurarnos a enunciar que Kant tiene miedo de desplazar
a Dios de su trono y que por tanto prefiere separar el orden de la
ética a un evento lo más lejano posible del orden óntico, a un lugar
en que el hombre no lo pueda seguir. Horkheimer y Adorno
identifican en “Excursus II: Ilustración y moral” las consecuencias
de esta separación. Esta sección de La Dialéctica de la ilustración
comienza con una cita de Kant respondiendo a la pregunta de que es la
ilustración “…la salida del hombre de su auto-culpable minoría de
edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su
propio entendimiento sin la guía de otros”11. Considerando los
eventos del siglo XX parecería que la razón a la que tanta fe le puso
Kant falló a su propósito y que de hecho los seres humanos no pueden
prescindir de la existencia de ese otro guiando y regulando sus
relaciones. Sin embargo debemos entender este proceso no como un
hecho aislado, sino como una consecuencia del peso de la costumbre
histórica tropezando con los problemas irresolutos de una confusión
ontológica – epistemológica. Escriben Horkheimer y Adorno que; “En la
Crítica de la razón Pura… [las contradicciones reales] se ponen de
manifiesto en la oscura relación del yo trascendental con el yo
empírico...” 2 que no es otra cosa que la conciencia ilustrada
entrando en crisis por culpa de problemas metafísicos que se creían
resueltos ya. Más adelante tanto Lacán como Žižek toman la pauta de
la escuela de Frankfurt ahondado en el paralelo entre la deserción de
los motivos subjetivos de un acto en Kant y La insistencia del
Marqués de Sade en que el deber de los seres humanos es la búsqueda
del placer y el disfrute irrestricto.

El avance Kantiano respecto a Sade es remover el estigma de lo
patológico en poner tu voluntad en manos del otro. Esto en si nada
tiene de malo; el problema radica en la confusión de la naturaleza
ontológica de la motivación de este ¨otro¨. Dentro de la lógica de un
estado moderno, por ejemplo, los órganos de ejercicio de poder (la
policía) entran en una relación unidireccional con los ciudadanos.
Pero en dicha relación el objet petit a observado por el policía en
el ciudadano se reduce al vulgar salario que habrá de devengar. El
propósito más elevado del deber no es paliativo para la falta de
identificación, en la conciencia del ciudadano, de un elemento más
allá de lo óntico en el ejecutor de las leyes. Benjamín lo tipifica
de la siguiente manera:

“And though the police may, in particulars, everywhere appear
the same, it cannot finally be denied that their spirit is less
devastating where they represent, in absolute monarchy, the power of
a ruler in which legislative and executive supremacy are united, than
in democracies where their existence, elevated by no such relation,
bears witness to the greatest conceivable degeneration of violence”3


El resultado del abandono por parte de Sade de la moralidad
metafísica que le precedía no es un desbordamiento de pasión
acumulada, sino lo que Marcuse denomina como una ¨desublimación
represiva, una instrumentalización de lo sexual paralela a las
necesidades de la burguesía que necesita ocultar el desalmado
mecanismo del mercado. Un acto desublimante-represivo se da también
en el contexto de la certeza científica de lo real. Como un niño
descubriendo la verdadera naturaleza de los reyes magos; pierde la
simplicidad de la concepción de los medios de producción pero gana un
entendimiento más profundo de quién es el y como se inserta en las
relaciones de producción en su sociedad. La certeza se devela no como
quimera, sino como portadora de una esencia ajena a los esquemas
ilustrados

Žižek intenta aclarar esta antinomia entre el aparecer de las cosas
y la posibilidad de su existencia real dentro de un marco de
referencia ontológico apelando a una síntesis post-fenomenológica
entre lo que aparece y su modo de ser.

“The distinction between appearance and transcendent reality is
itself a fact of our experiential appearance; when we say that a
thing is, in itself, in a certain way, this means it appears to us in
this mode of being.”4

Durante los Juicios de Núremberg las justificaciones en torno a la
consumación del deber aún en contra de la voluntad de los individuos
fueron las más escuchadas. Acontece aquí una inversión del espíritu
de sacrificio. En este caso Dios ha sido desplazado como epicentro
de la justificación bélica, siendo los hombres quienes deban cargar
el peso completo de sus actos en sociedad. Puesto en este
predicamento, el hombre moderno encuentra en Nietzsche una
justificación vitalista malcriada:

“They enjoy the freedom from any social constraint, and rally
in the wilderness to compensate themselves for the tension brought
about by long enclosure in the peaceful atmosphere of their society;
they return to the guiltlessness of a predatory conscience, as
exultant beasts that wonder off after, say, a frightful sequence of
murder, arson, rape and torture, as if it where all no more than a
student’s prank yet convinced that they have provided their bards
with something to celebrate for ages to come.”5


Pero esta orgía predatoria del súper-ego no podría darse sin el
consentimiento kantiano de la relatividad de la ética y la moral “He
himself [Kant] silently admits that the fact that he cannot ground
the priority of Good over Evil, of compassion over cruelty, etc. in
the inherent formal structure of reason itself…”6 y encuentra una
salida enunciando que esta distinción en un axioma; un “…hecho de la
razón”7

El cuadro que se comienza a dibujar es el de un sujeto moderno
desarraigado de lo que Lacán llama la dimensión ritual de los
objetos. La preeminencia de lo existente como opuesto alo real. La
consecuencia es una sociedad de cínicos impíos. A propósito de la
impiedad aquí cabría una morbosa comparación entre la fibra ética del
héroe trágico de Shakespeare Tito Andrónico y un empresario burgués
promedio: Tito Andrónico, tras haber vencido a los godos en campaña,
regresa a victorioso a Roma con Tamora, la reina goda y sus hijos.
Andrónico le niega a Tamora la vida de su primogénito, puesto que el
deber de un soldado es ofrecer un sacrificio como pago por la buena
fortuna en la campaña, a lo que Tamora responde “…Oh cruel
irreligious piety”8. Sloterdijk presenta una descripción perfecta del
cínico moderno: “Psychologically, present day cynics can be
understood as borderline melancholics, who can sep their simptoms of
depression under control and can remain more or less able to work”9
una cierta dosis de amargura chic toma el lugar de los referentes
universales perdidos a la razón. William James y demás pragmatistas
intentan aclarar la dependencia de todos los aspectos del
conocimiento (o del pensamiento) de las exigencias de la acción, y
por lo tanto, de las emociones en las cuales tales exigencias se
concretan. También la “racionalidad” es, según James, una especie de
sentimiento10 por lo tanto, no creer en doctrinas que nos brinden
algo benéfico por el solo hecho de no estar apoyadas en pruebas
racionales suficientes, resulta algo necio e ilegítimo. ¿Quién dice
que la vida moderna ya no exige sacrificios heroicos? La conciencia
ilustrada debe dejar de lado la razón habiéndose, aparentemente,
acercado ya tanto a ella, como quien a través de la maleza divisa su
objetivo solo para descubrir que un abismo aún los separa.

Al decidir no buscar nada más allá de lo óntico occidente se instala
en un estado de falsa conciencia ilustrada11. Esta conciencia está
conciente de los esquemas clásicos de la falsa conciencia marxista:
mentira, error, ideología y en esto radica su fortaleza. No puede ser
acusada de engaño, o de evadir la realidad; con todo orgullo enuncia:
Si, yo

Volviendo a Benjamín recordemos que el motor estatal imbuido del
legado kant-sadeano no se detiene por nadie. La ley divina es
destronada por la ley del hombre pero no deja de lado su carácter
represivo; en última instancia la ley es hoy en día una acumulación
de la violencia individual (subjetiva) cedida al estado que la
objetiva en la forma de leyes. Al renunciar a nuestro ser violentos,
en aras de una vida tranquila sin reparar en las consecuencias no
somos mejores que la Gestapo o la SS. Al reificar al estado como un
freno hobbeseano:

“…it can be formulated as a general maxim of present day
European legislation that all the natural ends of individuals must
collide with legal ends if pursued with a greater or lesser degree of
violence. From this maxim follows that law sees violence in the hands
of individuals as a danger undermining the legal system.”12



A cualquier reflexión en torno a la ética debe atañerle el problema
del poder. Hasta ahora se ha hablado del estado como un ente político
sin reparar en los nexos de la producción y el poder. Es aquí donde
la praxis debe ser el precursor oscuro solamente legible solo de
atrás para adelante. Este es el límite de la crítica ideológica. Solo
sigue ser consecuentes en el actuar y estar concientes de la compleja
naturaleza de la herencia histórica que para bien o para mal nos deja
la modernidad.

El panorama actual se parece mucho a las dificultades que
enfrentaban los iniciadores de la ilustración: corrientes masivas de
anti-ilustración y resentimiento contra la intelligentsia; una
plétora de ideologías antidemocráticas y autoritarias que sabían como
organizar la esfera pública; nacionalismos agresivos sedientos de
venganza; una inimaginable amalgama de terquedades conservadoras; una
pequeña burguesía cada vez más desplazada, marginal y por lo tanto
agresiva y sorda; sectas religiosas mesiánicas; panoramas políticos,
en el mejor de los casos nihilistas, en el peor apocalípticos; además
de las incómodas demandas de una modernidad caprichosa que falta a
sus promesas. Así que difícilmente se les puede acusar de haber
asesinado a Dios de una manera totalmente mal intencionada. Como a
nosotros tampoco se nos puede acusar de no gozar de un optimismo
histérico en cuanto al futuro de la misma.


CITAS
1Horkheimer M. y Adorno T. Dialéctica de la ilustración Pg. 129
2 Ibid. Pg. 131
3 Benjamin, Walter.Critique of violence Pg. 120
4Žižek, Slavoj Organs Without Bodies Pg. 54
5 Nietzsche On the genealogy of morals Vol. II, 321ff.
6 Žižek, Slavoj Kant with or against Sade Pg. 286
7 Kant, Emmanuel Crítica de la Razón Práctica
8 Shakespeare, William Titus Andronicus Act1
9 Sloterdijk Peter Critique of Cynical Reason Pg.5
10 “El sentimiento de la racionalidad” en The will to believe Pg. 37
11 Ibid Sloterdijk Pg. 110
12 Benjamin, Walter.Critique of violence Pg. 117


BIBLIOGRAF?A
Benjamin, Walter.Critique of violence en The continental ethics
reader Routledge 2003
Horkheimer M. y Adorno T. Dialéctica de la ilustración Trotta 2003
Kant, Emmanuel Crítica de la Razón Práctica FCE 1987
Lacan, Jaques Kant avec Sade en Ecrits Editions du Seuil 1966
Shakespeare, William Titus Andronicus en The complete Works of
Shakespeare Penguin 1978
Sloterdijk Peter Critique of Cynical Reason Minesota 1986
W. James y P.C.S. Schiller. The will to believe, Random House 1897
Žižek, Slavoj Kant with or against Sade en The Žižek Reader Blackwell 1999
Žižek, Slavoj Organs Without Bodies: On Deleuze and Consequences
Routhledge 2004

jueves, marzo 24, 2005

Contra los hippies 1.0

Siempre me ha parecido monstruoso que mi generación no tenga ideales que traicionar. Casi puedo excusar a los “baby boomers” por haber traicionado la imperativa de cambiar el mundo para mejorarlo, por el puro hecho de que lo creyeron posible. Pero no lo haré.

Ah. ¡Que no daría yo por haber estado en Paris en ’68! O en el festival de avándaro. De esta niebla nostálgica, invariablemente surge la imagen del hippie. Desaliñado y contestatario. Radical, honesto y ansioso de librarse de las vicisitudes del pasado inmediato. Hubo voces que incluso lo proclamaron el nuevo sujeto histórico.

Desgraciadamente el hippie se convirtió en el yuppie. Y la extravagancia y voluptuosidad del hippi-ismo perdió su filo. Y fue adecuadamente empaquetada. Y se comenzó a vender en Walmart. Y el hippie se con-formó.

Y los mares de camisas psicodélicas brotando de entre las nubes de incienso y bidis resultaron ser el último clavo de las revoluciones de corte social del siglo XX. Por eso le tengo un nutrido odio al hippie contemporáneo sin convicciones.

Ese hippie que no tiene clara la diferencia entre liberal (opuesto a conservador) y liberalismo (doctrina capitalista). Ese hippie que pregunta, casi en broma, ¿Por qué no podremos ir al mercado y llevarnos todo gratis?; Sin realizar el mínimo esfuerzo por entender los medios que produjeron todo cuanto toca y usa. Ese hippie que vendió a las transnacionales el fruto de las victorias de género y raza, proveyéndoles ese maldito lenguaje de multiculturalidad y tolerancia con que se han mundializado.


Además admiren algunas joyitas que encontré en los foros de “hippie.com

“lynsey is the same bitch who started a thread about how she couldn't fit anything bigger than a three incher in her snatch. ain't no way i'm taking advice from that retard.”

A lo que alguien respondió:

“I like girls who are tight, wait till you hook up with a girl who can fist herself and see if you can please her with your pencil dick.”

lunes, marzo 21, 2005

El solitario

La literatura francesa del siglo XX tiene un 'je ne se quoi de añoranza por los buenos tiempos en que el mundo esperaba con ansias algún nuevo volumen de Victor Hugo.

Guy Des Cars nació en 1911 y vivió en carne propia los estragos de la guerra del '19 y del '39. Y como la mayoría de sus contemporáneos sufrió el derrumbe de la promesa ilustrada. Como consecuencia, sus novelas de misterio están plagadas de héroes trágicos que igualan a los de Sófocles en la magnitud de su desdicha.

En su novela “El solitario” (Título original en francés “La brutte”) Des Cars nos muestra la cara obscura y asustada de esa modernidad que llora y maldice a los pies de la iglesia clamando por el regreso a una moralidad fuera de los marcos instrumentales del derecho y la ley humana.

La trama sigue la infortunada historia de un brillante escritor ciego sordomudo que es acusado de asesinato a bordo de un buque de pasajeros, a su regreso de U.S.A. La idea de una especie de Hellen Keller asesina es de por si bastante fuerte. Pero el giro que se le da al tema de la castración la hace especialmente conmovedora; sin dejar a un lado un hilo de patetismo desesperado frente a la imposibilidad de una cura.

La cura es efectivamente desechada por una calamidad mayor, de la misma forma que se percibe la imposibilidad evitar el colapso de nuestro mundo moderno.